1860: Theodor Herzl, escritor y periodista judío austrohúngaro (f. 1904).

Un día de 1860, en el bullicioso corazón de Budapest, un niño nació en medio de una comunidad que ansiaba ser escuchada. Theodor Herzl llegó al mundo como hijo de una familia judía acomodada, pero su destino no se definiría solo por su cuna privilegiada. Desde muy joven, la realidad de su entorno lo llevó a cuestionar las percepciones y prejuicios que se cernían sobre su pueblo...

Sin embargo, a pesar del estigma social y los desafíos que enfrentaban los judíos en Europa, Herzl cultivó un fervoroso deseo por la literatura y el periodismo. Quizás fue esta pasión lo que lo impulsó a convertirse en corresponsal en París; fue allí donde experimentó el antisemitismo de primera mano durante la cobertura del caso Dreyfus. Este escándalo no solo conmocionó a Francia, sino que sembró una semilla de inquietud en su interior...

Irónicamente, lo que podría haber sido solo un episodio más en la vida pública se transformó para él en un llamado urgente: la necesidad de un hogar para el pueblo judío. En sus sueños y también en sus escritos comenzó a esbozar las ideas fundamentales del sionismo moderno; quizás podríamos decir que vislumbró un futuro donde el pueblo judío tendría un lugar propio para florecer.

A medida que pasaron los años, Herzl publicó obras como "El Estado Judío", donde defendió abiertamente la creación de una nación hebrea. Su pluma se convirtió en espada y escudo; utilizaba palabras para luchar contra siglos de opresión y desamparo. En una entrevista callejera, un fan dijo: "Herzl no solo imaginaba un estado; él soñaba con la dignidad".

Pero no todo fue fácil... A pesar del fervor con el que propugnaba sus ideas visionarias, encontró resistencia tanto entre líderes judíos como entre gobiernos europeos. Muchos temían romper con las estructuras establecidas y perder privilegios adquiridos durante generaciones.

No obstante su incesante lucha por lograr reconocimiento internacional para el sionismo que culminaría con el primer Congreso Sionista celebrado en Basilea queda claro que su legado trascendió fronteras y épocas. ¿Quién sabe cuántas vidas fueron tocadas por sus palabras? Podría decirse que sin él nunca habría existido la estructura política actual del Estado de Israel...

En 1904 dejó este mundo dejando tras él una obra monumental e inacabada. Y hoy... más de cien años después... incluso aquellos ajenos al sionismo reconocen su nombre y relevancia histórica. En cada rincón donde se habla sobre identidades nacionales o luchas por derechos propios resuena algo del eco hercúleo proveniente del corazón palpitante de aquel niño nacido hace tanto tiempo.