1416: Juan I de Berry, duque francés (n. 1340).

Sin embargo, sus intentos por consolidar el poder fueron frecuentemente interrumpidos por conflictos internos y guerras. La guerra de los Cien Años le ofreció tanto oportunidades como amenazas. Mientras que muchos nobles veían esta contienda como una ocasión para alcanzar gloria militar o territorios adicionales, Juan optó por mantener una postura más cautelosa quizás entendiendo que la avaricia podía ser su mayor enemigo. Se dice que sus ambiciones artísticas eran tan grandes como sus deseos políticos; quizás podría decirse que encontró refugio en las artes cuando el mundo exterior parecía desmoronarse a su alrededor.

Sus patrocinados contribuyeron a la rica tradición del arte gótico; sin embargo, esto no impidió que las tensiones políticas lo rodearan constantemente. Irónicamente, mientras se dedicaba a construir hermosos manuscritos iluminados y colecciones artísticas impresionantes, Juan enfrentaba traiciones cercanas y luchas intestinas en su ducado. La belleza en sus obras contrastaba fuertemente con el caos reinante a su alrededor... ¡Qué paradoja! Cuando finalmente llegó el momento fatídico en 1416 sus últimas horas marcadas por la fragilidad se rumoreaba que contemplaba su legado: ¿sería recordado solo como un noble errante entre batallas o encontraría reconocimiento como un mecenas apasionado? Los ecos de sus decisiones resonaron incluso después de su muerte.

Los historiadores cuentan que este duque dejó un impacto profundo pero sutil sobre la cultura francesa: incluso hoy en día se reconoce la influencia estética resultante de sus esfuerzos patronales. Paradójicamente, mientras algunas figuras históricas son recordadas con gran pompa y circunstancia, otros dejan huellas menos visibles pero igualmente significativas. Y así terminó la vida del duque Juan I... A medida que Francia avanzaba hacia nuevas eras y desafíos cientos de años después aún persiste esa conexión entre arte y poder; algo que resuena fuertemente en nuestro mundo contemporáneo donde creativos luchan contra sistemas rígidos para dejar su marca indeleble.